Los préstamos personales en pesos otorgados por entidades financieras en Argentina han registrado un crecimiento interanual del 204%, pasando de $2.01 billones a $10.7 billones, según datos recientes del Banco Central de la República Argentina (BCRA).

Aunque algunos analistas celebran este aumento como un signo de dinamismo crediticio, una mirada más crítica revela que este boom podría ser un síntoma preocupante de la falta de recursos propios de las familias argentinas, que recurren al endeudamiento para sobrevivir en un contexto de inflación persistente y salarios estancados.
El informe del BCRA también destaca incrementos en otros tipos de créditos: los hipotecarios crecieron un 84,9%, los prendarios un 95,1% y los catalogados como "otros" un 105,7%. En conjunto, los préstamos al sector privado no financiero se dispararon un 246,7% en términos nominales, alcanzando los $54.2 billones desde los $15.6 billones del año anterior.
Para el economista Damián Di Pace, director de Focus Market, este fenómeno está vinculado a la baja de las tasas de interés tras el recorte de la tasa de política monetaria, lo que habría incentivado a los bancos a volcar fondos hacia el sector privado en lugar de mantenerlos en instrumentos como letras del BCRA.
Sin embargo, esta narrativa optimista choca con una realidad más cruda. Lejos de ser un reflejo de confianza en la economía o una apuesta por el consumo de bienes durables, el aumento exponencial de los préstamos personales podría evidenciar la desesperación de los hogares por cubrir necesidades básicas.
Como señaló un comentario en redes sociales, gran parte de este endeudamiento –que incluye giros en descubierto, financiación de tarjetas de crédito y venta de documentos– responde a la incapacidad de empresas y familias para llegar a fin de mes.
En un país donde la inflación anual supera ampliamente el crecimiento de los ingresos, el crédito fácil se convierte en un salvavidas temporal que hipoteca el futuro.
Analistas críticos advierten que este nivel de endeudamiento no es sostenible. Históricamente, Argentina ha enfrentado crisis vinculadas a la dependencia del crédito, tanto a nivel público como privado. Un editorial de El País de Uruguay, publicado en 2018, ya alertaba sobre los riesgos de un endeudamiento descontrolado, comparando la situación argentina con la de otros países de la región.
Hoy, con los préstamos personales triplicándose en un año, el panorama sugiere que la población está agotando sus recursos propios y recurriendo a deudas para mantenerse a flote, un patrón que podría derivar en una bomba de tiempo financiera.
En este escenario, el crecimiento del 204% en préstamos personales no es una buena noticia. Más bien, pone en evidencia una economía donde el acceso al crédito se ha convertido en un parche para la falta de poder adquisitivo, un reflejo de la fragilidad estructural que el país arrastra desde hace un año y que, sin medidas de fondo, amenaza con agravar la situación financiera de los argentinos en el corto plazo.
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